martes, 29 de julio de 2014

CUADERNO 7





El genial intercambio legendario entre el lógico griego Epiménides, autor de la paradoja del mentiroso y el gran Buda. Epiménides le preguntaba a Buda: ¿Cuál es la mejor pregunta que te podría hacer, y cuál es la mejor respuesta que tú me podrías dar? Como ya imagina el lector amante de los juegos metalógicos, la mejor pregunta que podía hacerle es la que le hizo y la mejor respuesta posible era esa misma que le daba.



Tan infinitamente concentrado y replegado el sentido que cualquier requiebro combinatorio al azar remite a algún inefable recoveco: esto es lo que hace posible la poesía o la metafísica.



Claro que se puede: Preguntar en Isla Mauricio -dice Stiglitz a los conservadores de EEUU- cómo se logra un 87% de propietarios de vivienda sin burbuja inmobiliaria.



La teoría de supercuerdas que reduce la variedad exuberante de partículas, a la pitagórica, a vibraciones de distinta resonancia energética por parte de cuerdas cuyo tamaño ronda la distancia de Planck (la distancia física mínima posible según la mecánica cuántica). El fondo último de la materia ya no son partículas y ondas sino alargadas cuerdas que resuenan en múltiples dimensiones. Un modelo consistente de esta teoría llegaba a postular unas 26 dimensiones, por ahora se conforman con 11. ¿Y dónde están tantas dimensiones? Simplemente enrolladas a un nivel cuántico, de modo que no podemos detectarlas. Muchos órdenes de magnitud menor que el átomo o el electrón. La gran inflación de los comienzos cósmicos, su explosión acelerada, hinchó hipertróficamente cuatro de las múltiples dimensiones del vacío dando lugar al universo que conocemos. Matemáticamente armoniosa, unificadora y simplificadora, el reto por delante para no acabar arrumbada entre las ideas falsas preciosas de la historia del pensamiento será encontrar la manera de corroborarla mediante algún método indirecto. A lo que no sabemos si podría ayudar el L.H.C. en curso.



Einstein defendía un universo estacionario, léase estático y eterno, para lo que tuvo que idear como compensación una célebre constante cosmológica. Seguía siendo fiel a la visión clásica de la física. El tiempo era sólo una ilusión, puesto que desde las leyes de la Física Clásica era reversible: la distinción pasado-futuro era simétrica. Pero la hipótesis y comprobación del estallido original, el alejamiento mutuo de las galaxias, refutaron a Einstein que lo reconoció sin tapujos. Y el tiempo ¿Tan sólo una ilusión?, replica Prigogine a finales del S. XX.



Escribiendo, como buen zurdo contrariado, a través del espejo.



La magia del figurante.



Postal diaria que le envía la infancia, pero siempre está disponible.



Hay recuerdos impregnados en los olores pero no olores impregnados en los recuerdos, recuerda el olfato de Benjamin respecto a Proust.



El gen egoísta ya no implica lógicamente el gradualismo evolutivo. Los genes se organizan en jerarquías. Algunos genes sólo cumplen la función de comandar y gobernar jerárquicamente a grupos de genes, como nuestros genes Hox de vertebrados. Una mutación que afecte a este tipo de genes produce cambios morfológicos espectaculares, sin necesidad de esperar pacientemente a un gradual trayecto evolutivo.



Así es que Spinoza tenía razón, y esto ya es el pozo insondable de Dios.



Interpretando a Parménides, enfocar lo mismo desde todos los ángulos posibles sin captarlo nunca: quizás es que en realidad no hay tales ángulos. Recordar a aquel matemático genial que decía de sus adversarios que eran esféricamente idiotas, igual de idiotas desde donde se les mirase. El ser en tanto que auto-contenido coincide con el conocer. En su libertad radical equivale a la apertura infinita. Y allí donde las palabras giran en torno a sus propios contrarios se acabó el decir.



Según la versión del amor de Aristófanes (en realidad la versión de Aristófanes ofreciendo su versión del amor según Platón) cada uno busca a su otra mitad para recuperar la unidad originaria que Zeus desgajó. Recientes estudios indican que nos atraen más los rostros que más rasgos en común comparten con el nuestro: en la atracción erótica nos buscamos a nosotros mismos.



Nada más inexacto que su posición en cualquier asunto.



Las ramas heréticas minoritarias en las grandes religiones, desde su amplia libertad respecto al dogma, señalan siempre la puerta de salida hacia la casa común de la realidad: sea sufí, védica, zen o franciscana confluyen siempre en el hogar común distorsionado tribalmente por la mayoría.



Las sistemáticas renuencias que concita la renuencia al sistema.



De Waal investiga actualmente la posibilidad de una estructura moral universal grabada tanto en nuestros cerebros como en el de nuestros primos primates. ¿Algo innato en nosotros nos dice que no va desencaminado...?



Las lenguas click del suroeste africano donde se supone ahora que surgió nuestra especie hace pensar a algunos antropólogos que empezamos a hablar mediante besos y chasquidos.



¿Más formación para garantizar el trabajo en las sociedades del conocimiento? Como señala Krugman podemos observar que trabajos cualificados van siendo resueltos cada vez más desde programas y sistemas expertos, desde el papeleo de los abogados hasta el diagnóstico médico, y sin embargo aún estamos muy lejos de lograr un conserje electrónico que cumpla igual de bien.



Tan sufí que Dios se borró el nombre en cualquier lengua.



Muchos años para adquirir una densa retórica y otros muchos años para expurgarse de ella.



De una economía mundial en decenas de billones a otra de cientos de billones para mitad del siglo, un entorno exhausto y sobreexplotado, un calentamiento global que seguirá encareciendo alimentos y exterminando especies vivas: antes veremos todavía una crisis financiera aún peor que esta, nos tranquilizan los expertos.



Decía Margulis, la base de la vida es bacteriana, y acostumbrada evolutivamente a hecatombes tremendas superiores en varios órdenes al poder deflagratorio de nuestro arsenal nuclear sumado, proseguirá impertérrita su labor y ocupará con nuevas formas de vida los nichos ecológicos que dejemos detrás. Antropocéntricos incluso en nuestra vertiente  destructiva, cuando creemos que podríamos acabar con la vida en su conjunto.



Chantal Maillard esculpidora de la disolución viva como artista y mística, y plenamente consciente de la contradicción que ello entraña como filósofa. Según me cuentan que asegura, se libera de la palabra Dios mediante haikus, o la ocurrencia del látigo zen.



El fenómeno de apiñamiento aleatorio sorprendió a los estadísticos más expertos: cartas barajadas, bolitas de colores mezcladas al azar acaban dibujando patrones de arracimamiento similares a los de las galaxias y a tantos otros fenómenos, diversos entre sí pero que comparten claves secretas.



Alistarse con entusiasmo en la renuncia.



Recomponerse desde los fragmentos de mundo adecuados.



La Iglesia que robaba niños caritativamente.



Y en cuál de todos los naufragios inscribirse.



Las características del artista moderno, tipo terminado de forjar en el Romanticismo, que transmutan aquel don sagrado de comunicación con los dioses, de medium privilegiado entre los antiguos. Como hoy el artista contemporáneo o posmoderno exhibe el mismo olfato inefable e infalible para el dinero.



Zizek señala en una entrevista las paradojas de lo posible/imposible en nuestra época: venceremos al cáncer o ya podemos viajar en clase preferente al espacio con dinero. Un mundo de promesas delirantes al alcance de la mano, que al tiempo desborda la t.v. de políticos y expertos explicándonos que será imposible mantener la Seguridad Social. Y termina sintetizando con una jugosa anécdota de la I Guerra Mundial. Los alemanes telegrafiaban desde un puesto militar al final de la guerra: Aquí la situación es seria, pero no catastrófica. Y los austriacos les contestaban, definiendo sin saberlo nuestro propio mundo: Aquí la situación es catastrófica, pero no es seria.



El laborioso nihilismo de Cioran como compañía del insomnio madrileño, fosfórico como el cielo bélico de Apollinaire, o en la anomia militante a los pies de las escaleras del Reina Sofía cuando paladeaba aquella hora más allá del reloj que cantaba Mallarmé.



El vanguardista a la espera del regate en corto que cambia un partido, una eliminatoria, o incluso un trofeo de alcance mundial. O como dice la versión milenaria de la teoría del caos en la sabiduría china, por una herradura se perdió un reino (o se ganó).



Genitales masculinos sin espinas, lo que nos hizo perder también los sensibles bigotes gatunos, las ahora célebres vibrisas sensoriales. Entonces sí que podíamos conocer, percibir el mundo desde el pene.



La política es la ética como puramente cosmética.



El zombi como símbolo del pos-ciudadano moderno que confunde emociones e iconos, o vivencias con aplicaciones de Windows. Los vampiros posmodernos militan hoy entre los adolescentes en revival neopuritano.



Sociedades en la que grandes bancos, o industrias como la nuclear, arriesgan y ganan, o son salvados mientras pagamos los demás -subraya Stiglitz- difícilmente pueden gestionar adecuadamente el riesgo.



Economistas académicos de prestigio que apoyan el concepto de crímenes económicos para incluirlo seriamente en la legislación internacional, aunque solo sea porque tras el crack hemos vuelto a recordar que estos crímenes son los que más víctimas producen: en Japón el número supera a las del tsunami.



Un muerto ya no es jurisdicción de nadie, que solía decir Walter Benjamin antes de suicidarse con la policía franquista encima dispuesta a entregarle a los nazis.



La mítica tranquilidad del neuroléptico en el poniente del silencio.



Hacerse fuerte en la intuición porque la mirada divina no se equivoca ni cuando se equivoca, por definición.



Meterse en más líos de los que caben en una vida.



No fue el tramposo Nixon quien comenzó el desmantelamiento del estado social, y sin embargo Reagan sigue siendo un héroe en el imaginario colectivo norteamericano.



Insisto con Naomi Klein: de los desastres del capitalismo al capitalismo del desastre. De Hiroshima a Fukushima, ironizaba la prensa capaz de rimar en japonés. Y la Yakuza ejerciendo de ONG con vistas a participar del enorme bocado de la reconstrucción.



El tiempo creativo que avanza a tirones, para y se acelera. En pleno bombardeo heurístico muy poco tiempo llega a condensar fractalmente la productividad de semanas o meses inanes: llega a compensar el largo estiaje en la hegeliana paciencia de lo negativo.



Nuestra ortodoxia es la inconsciencia, decía a Winston el policía del Gran Hermano en 1984, de manera que la función de la neolengua es hacer olvidar el lenguaje a la gente para impedirle pensar. Para el 2050 calculaba que no quedaría nadie capaz de entender este párrafo, u otro más largo.



De pronto una restallante luz primaveral ya casi olvidada, capaz de blanquear hasta la conciencia de los que blanquean el dinero.



La ansiedad reinante por ajustar la propia existencia a un entorno de monos malpensantes.



La riqueza del lenguaje no es sólo sintácticamente combinatoria o generativa. Podemos hacer funcionar cualquier frase en dos o más escenas diferentes, que se superponen simultáneamente en la misma mediante juegos de doble o triple sentido. Su ambigüedad es la auténtica función representativa de una realidad poliédrica, multidimensional.



Leyendo entre líneas enemigas.



Filosofía, una serie de argumentarios peliagudos sobre las cuestiones limítrofes. Empezando por el cuestionamiento sobre la posibilidad de todo ello.



Viajes interiores que lanzan al espacio exterior.



En su Colapso, escribía hace unos años el antropólogo y biólogo Jared Diamonds: “Los problemas de los antiguos mayas, de los anasazi y de los habitantes de Pascua, se repiten en el mundo moderno. Hoy en día, exactamente como en el pasado, países sometidos a un stress ambiental, con excesiva población –o ambas cosas- corren peligro de sufrir stress político y de ver caer sus gobiernos”. Este stress ambiental es el que sufre cualquier población viva, desde las bacterias a los osos, cuando se ve acorralada por la restricción de recursos y la presión poblacional. Y entonces se sabe que, en esos estados, el sistema opta por comportamientos caóticos e incluso histéricos, sea el vuelo zigzagueante de la mosca, el comportamiento alocado en las redes bacterianas o en el interior de una bandada de pájaros, para encontrar la solución a una situación crítica o límite que requiere pronta adaptación. Así “cuando las personas están desesperadas, subalimentadas (…) tratan de emigrar por todos los medios. Se pelean por la tierra. Se matan unas a otras. Provocan guerras civiles. Se imaginan que no tienen nada que perder  y se convierten en terroristas, o apoyan o toleran el terrorismo. Los resultados de esas vinculaciones transparentes son los genocidios, como en Bangladesh, en Burundi, en Indonesia o Ruanda; llamamientos para que los países desarrollados envíen tropas como en Afganistán, en Haití, en Irak, en Filipinas, en Ruanda en las islas Salomón y en Somalia; derrumbamientos de gobiernos, etc…” Revoluciones, cambios violentos de régimen o genocidios resultan ser medidas de presión ambiental de igual valor “que la mortalidad infantil elevada, un aumento acelerado de la población, un porcentaje elevado de adolescentes o jóvenes adultos en la población, y hordas de jóvenes varones sin perspectiva de empleo y maduros para ser reclutados por las milicias”.



Clavan la realidad a sus símbolos para escalar su escarpado abismo.



La concentración energética y de los recursos estratégicos en pocas manos que propicia sistemas centralizados de poder social. Vg., la hipótesis hidráulica de Wittfogel explicaba el poder desmedido de las dinastías imperiales antiguas en torno al agua del Indo, el Nilo, el Eufrates-Tigris, etc. Esta es la clave principal del transcurso histórico hoy todavía: su sentido o ausencia de él deben derivarse desde ahí con permiso de los idealistas empedernidos. Por cierto que la mayor parte de las guerras del siglo XXI serán por el agua, dicen los expertos.



El cisne negro radiactivo para un haiku hiperindustrial.



Pídele penas al olmo viejo hendido por el rayo.



Raymond Aron luchador anti-nazi desde la izquierda pacifista y no comunista –al que Sartre retira la palabra por ello- avisando como Orwell del falso pedestal que erigió a Stalin la intelectualidad europea posbélica. En ese contexto cabe entender sus dos conceptos de libertad, positiva y negativa. Liberados del fascismo, cuidado con lo que hacemos ahora con la libertad recién adquirida porque os llevaremos de nuevo al fascismo reloaded, pero aún peor por poderoso y consiguientemente más totalitario.



La letra tan pequeña del contrato, que no existía.



El emblemático periplo durante años del yihadista egipcio Alí Mohamed entre la inteligencia egipcia, el ejército norteamericano, el FBI o la CIA, paseando por las mismas narices del FBI todas los grandes ataques de Al Qaeda a intereses americanos sin que nadie se diera cuenta hasta que fue demasiado tarde.



Mutuas patronales que manejan ingentes fondos extraídos de los salarios, cuya función es compensar a los trabajadores muertos o enfermos por enfermedad laboral. Lástima que según sus evaluaciones no se produzcan ni una de las miles de muertes al año por amianto –14.000 para los varones- que cabría esperar en España en comparación proporcional con el entorno europeo, y que el Observatorio Social sí reconoce. Mutualismo entre empresas basado en el parasitismo sobre los trabajadores y la sanidad pública, para que sus directivos y cohortes de abogados se embolsen enormes sumas. Y que, termina de apuntillar Vicenç Navarro, este escándalo jamás se publique.

     

Además del consumo simbólico interno occidental que proporciona la ejecución de Bin Laden, ningún jefe de inteligencia brindaría como éxito el no haberlo atrapado vivo. A no ser que como dice El Roto se tratara de torturar a los que no saben para que hablen, y asesinar a los que saben para que callen.



Jaquecas colaterales de cieno, siempre a mi vera.



Cuando pedir la expansión de un estado del bienestar socialmente deficitario, o demandar más mecanismos democráticos que contrapesen el enorme poder de las corporaciones y sector financiero, se convirtió en estalinista.



La del establishment, una antropología algo más simplista que la que ya manejaran los neardentales, además de errónea.



La sacra externalización de las cosas maravillosas u horribles de las que es capaz el ser humano.



Sombras de bohemia.



Cuando creemos haber entendido enseguida que el mar no nos esperaba para ser mar, porque no lo hemos pensado suficientemente.



“En la Naturaleza suceden cosas, el hombre hace cosas”, reza el libro de texto abundando en una vieja dicotomía que su propia condición de manual de filosofía debiera abordar con una distancia algo más crítica. ¿No es más bien que en la Naturaleza suceden cosas de las cuales la más compleja conocida por nosotros es que el hombre hace cosas en ella…?



En el cambio de turno se dejó aquel crimen sin resolver, se perdió a aquel enfermo al que se pudo haber salvado, se condenó a aquel barco sin avistar. En el limbo intersticial del control y la organización.



Émulos aparatosos hechos de coletillas autosatisfechas.



Los nuevos apéndices de nuestra realidad cerebral y las nuevas apendicitis agudas.




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