viernes, 25 de julio de 2014

CUADERNO 9



Pedirle a una célula que cobre conciencia del soneto barroco que ha colaborado en tejer tan complejamente, a ver qué te dice.


 
Los arcaicos mitos orales narraban sucesos eternos y eternamente recurrentes de un tiempo sagrado, foco permanente de los reflejos que urden el ilusorio tiempo cotidiano e irreversible de los hombres. De aquí a Platón un paso, dirá Eliade: un paso que antes atraviesa los vedanta indios y a Pitágoras o Parménides. ¿Y el mito del eterno retorno cuántas veces retorna a su vez?



A espaldas de la memoria necesariamente lo inmemorial. Es allí donde paradójicamente debemos mirar si aspiramos a la sabiduría, al menos para que su imposibilidad en el pensamiento desarme todos nuestros fortines metafísicos. De acuerdo con el maestro Colli.



El viejo sueño de la escritura, o del cine: retener la vida en su trama de significados para revivirla una y otra vez a voluntad. La misma impostura que develaba ya el mito de Theuth platónico. Y sin embargo, contra Platón, es cierto que la buena obra artística sí logra contestarnos a cada vez nuevos interrogantes inspirados en nuestra propia evolución a su vera.



Se vive sintiendo, lo que ya es pensar tras haberlo vivido, antes aún de toda conciencia reflexiva. En cualquier caso conciencia y vivencia jamás coinciden, como en la receta epicúrea contra el miedo a la muerte tampoco lo hacemos nosotros y la muerte. 



Por supuesto, jamás habla de él cuando lo hace en primera persona, sino de sus personajes de ficción.



Quizás el siglo XXI recuerde, de aquel famoso libro Qué es la vida del cuántico Schrödinger, no tanto su anticipación del gen –línea proseguida por Von Neumann: mensaje y plantilla- que ya es para quitarse el cráneo como sombrero, sino su insistencia en la creatividad de la termodinámica compleja, en la inventiva organizadora del lujo, del exceso de energía.



Gozaba de auto-inmunidad hasta sangrar por los intestinos.



Palabras mayores para cuestiones menores.



Los tres dioses únicos del monoteísmo: el verdadero misterio de la santísima trinidad. Mucho más misterioso que llamarlo contradicción lógica de las carambolas históricas. Tres personas en un solo dios, el viejo, terrible y oscuro dios cananita de aquellos antiguos pueblos del Levante.



Los buscadores de verdad maduran cuando llegan a asumir la lentitud de su brillo frente las opiniones establecidas. El único caso en que la velocidad del sonido supera a la de la luz.



Visten al niño guapo para que lo miren y luego le cuelgan amuletos para protegerle de que alguien lo dañe mirándolo mal. Un símbolo folklórico de la insociable sociabilidad humana según Kant, o de esa noche de invierno mortal para los erizos que se clavan las púas mutuamente buscando calor, de Schopenhauer.



El profesor extravagante que se atrevía a ofrecer información y análisis de derechos humanos y cívicos más allá de la TV1, Antena3 o Telecinco, y había que depurarlo después de acosarlo y encerrarlo.



No era un pensador de sistema, solo de eccema.



¿Se era ya infalible cuando se decidió la infalibilidad del papa?



Buridán, el lógico y filósofo medieval, afirmó que un asno situado equidistantemente de dos carros de heno idénticos moriría al no poder decidirse entre ninguno. Cosa absurda. Ergo la voluntad no se guía por cálculos racionales. A no ser, contestemos, que la verdadera elección bascule entre comer o morir enredado en un cálculo indecidible. El asno no lo sería tanto, descubriría voluntariamente la aleatorización: la opción más racional en estos casos según la Teoría de Juegos.



Bunge como el Aristóteles de fin de milenio materialista, emergentista y sistémico.



La paranoia como mapa de la desorientación de uno mismo en el mundo, entre ubicuos ecos de la radiación de fondo inteligente.



No querer saber la verdad de por qué pensamos lo que pensamos, para poder pensar que lo que pensamos va de verdad.



Recuerdos lejanos del comienzo abrasivo de una ilusión que promete cambiar la vida como la poesía rimbaudiana. Hasta que la obsesión no se devora a sí misma no renace el mundo.



El optimista que ve la botella medio llena es porque se ha bebido la otra media. (Chiste televisivo del análisis político nacional)



Acabaremos midiéndonos los telómeros a través del móvil, como si lo que importara fuera la cantidad y sin idea alguna digital sobre dónde radica la calidad.



La Rochefoucauld de la era de la información tamizado por las vanguardias.



El elán vital de Bergson se reduce hoy a los nuevos desarrollos de la segunda ley de la termodinámica. Bergson se percató de que la vida lo que hace es diferir, prorrogar la degradación de energía solar. Es capaz de almacenar esa energía en sus complejos rizos para usarla en su perpetuación. Entretanto crea estructura, alumbra organización. Así Bergson, a comienzos de siglo XX, conectaba ya evolución natural y termodinámica del desequilibrio,  casi un siglo de adelanto. La lucha entrópica por la exergía o energía de alta calidad caracteriza la lucha evolutiva de los seres vivos, y garantiza un lento pero seguro ascenso por la escala de la complejidad -¿hasta llegar a los bio-robots que diseñen otros robots a partir de sus propios cálculos y representaciones virtuales?



El grosor de un pensamiento que adelgaza la realidad circundante hasta sólo dos dimensiones, donde bracear aquel humano unidimensional según Marcuse.



¿Universos membrana colgando de la undécima dimensión, infinitamente largo y estrecho filamento del ser en el que colisionan mundos que dejan de ser exactamente paralelos para dar a luz singularidades como nuestro particular big-bang? Dios no dirá, al menos a la mayoría.



Salirse con la suya por la tangente, pero solo tangencialmente.



Tiempos del invierno ocular y el saber puramente ótico, de explosivo enriquecimiento virtual que descarrila catastróficamente en conciencia brusca del empobrecimiento real.



Empezó con una concreta curiosidad por los virus bacteriófagos: ¿cómo demonios se defienden las complejas bacterias (=fábricas químicas varios órdenes de complejidad mayor que la red de telefonía federal norteamericana)? Y aparecieron las enzimas de restricción: auténticas lectoras y cortadoras de A.R.N. clave del virus. Se habían hallado las tijeras genéticas que nos ingresaron en la actual revolución de la manipulación del A.D.N. Cortar y pegar, como en el programa de textos informático en que se ha escrito esta anotación.



Apuesto a que este ejemplar de Makbara de Goytisolo paradójicamente aún no había visto Marruecos, se dijo tras verlo chapotear en té moruno casero preparado en la cocina junto al patio, allí donde el concepto de oficina, incluso la del escritor, se vuelve impensable.


 
Escribir, leer, reescribir. Rebotando contra uno mismo, vamos moldeando el frontón del mundo a nuestra forma.



Nuestra inteligencia es primordialmente episódica. Por eso, desde las primeras culturas acuñamos mitos y leyendas orales. Ni siquiera la escritura nace para retener esos cuentos y narraciones transmitidas socialmente, es prioritariamente un instrumento del Estado para censar y recabar impuestos en su compleja organización administrativa y legal. De ahí el código de Hammurabi. La tradición oral popular se versificaba: los niños griegos se aprendían Homero de memoria, los bardos lo recitaban y recreaban como emoción colectiva. En esa enciclopedia tribal aprendía todo lo que debía saber el buen griego, desde organizar viajes marítimos o guerras hasta funerales (Havelock dixit). Y era el hábil uso de la palabra, del lema, el que forjaba líderes políticos, lo cual lo hereda la filosófica Atenas clásica de después, y sus sofistas. Como para quedarnos sin palabras nosotros los soberbios y fanfarrones hijos de la escritura, que olvidamos cuánto nos han educado tantas canciones.



La autoconciencia planetaria, el ojo contemplativo global que asiste ¿impotente? al espectáculo de su propia deflagración ecológica.



Las redes epigenéticas, metabólicas: la interacción con la riqueza ambiental pesa más que el plan genético en la formación fenotípica. Al igual que la cuna sociocultural y afectiva incide con más fuerza que los genes en el alcoholismo, o en la estupidez militante.



 El experimento E. P. R. (Einstein-Podolsky-Rosen) confirmó justamente aquello que trataba de refutar. Hay comunicaciones que rebasan la velocidad de la luz. En realidad no hay señal física entre las partículas, sino que cada una sabe qué le ocurre a su pareja por lejana que se halle en el espacio-tiempo. Es la propiedad de no-localidad de la teoría cuántica: un sistema cuántico de partículas sigue entrelazado, cumpliendo mutuamente el principio de incertidumbre o conservando la coherencia mutua del espín, por grandes que sean las distancias con que lo estiremos. Le pasa lo que al amor a distancia y en silencio mutuo.



Comte prohibió el estudio científico de las estrellas por especulativo: nunca accederíamos a ellas. No previó el espectrógrafo que nos permite destejer la luz y analizar su química. El positivismo, que imaginaba poder excluir a la imaginación del conocimiento.



Hidrógeno y helio se forman en el gran estallido inicial, en tres cuartas partes y una cuarta parte respectivamente. El resto de elementos químicos deben esperar a las estrellas, cientos de millones de años después. En realidad estamos muy cerca del origen cuando llenamos un globo de helio, nos asombraba un físico divulgativo reconocido. Un mundo que es memoria de sí mismo mucho antes del esfuerzo de nuestros historiadores.



Sirio cercana a resucitar inmortal al tercer día en el horizonte del solsticio de invierno, fecha sagrada de decenas de mesías en tantas culturas. Y los precisos observatorios astronómicos neolíticos que habrán cobijado a la sombra tantos siglos posteriores de ignorancia, dedicados a tachar profusamente de bárbaros e infantiles a sus hacedores. Y Lèvi-Strauss respecto a nuestras Navidades occidentales: se trata de nuestros propios potchlachts destructivos industriales.



Las bacterias actuales son resultado de la simbiosis entre antiguas bacterias en estado libre. Empezó siendo alimentación y terminó siendo hospedaje en forma de consorcios bacterianos. Ellas, las bacterias son el verdadero agente y motor inventivo de la evolución viva en nuestro planeta. Inventaron la reproducción sexual y la muerte individual para dar paso a nuevas generaciones –amor y muerte nacen juntas en la historia de la vida, como rubricarán luego nuestros poetas, novelistas y dramaturgos- la respiración, nuestras neuronas tubulares o el motor a propulsión de nuestros espermatozoides. Todos los organismos somos repúblicas celulares, descendientes de antiguas bacterias libres. Y todos practicamos provechosa promiscuidad genética –el intercambio genético entre especies distintas es habitual a través de virus- y albergamos fructífera inmigración.



Se le caían todos los roles porque le quedaban grandes.



El filósofo como índice, el desastre financiero y medioambiental como corazón, las operaciones de cajero como anular.



Ver primero las estrellas en las cervicales para poder ver la luz del sol.



Y además del calentamiento global o la amenaza nuclear: no olvidemos, señala el cosmólogo Martin Rees, el peligro de las tecnologías biológicas que pudieran salirse de control. Otro arma global que podría volverse contra todos. Por aderezarnos tanto buen humor de esta aventura apocalíptica de sabrosos detalles secundarios que podrían cualquier año convertirse en prioritarios.



Leibniz o Descartes concibieron la música como un lenguaje sistematizable, una matemática de simetrías capaz de influir sobre los afectos humanos. Newton reducía el sistema solar a un cálculo matemático –y los filósofos racionalistas pretendieron otro tanto con la psique humana. Como Platón, adivinan en la música un gran instrumento de ingeniería social en una época convulsa de absolutismo, guerras de religión, Inquisición y miseria. En el Barroco, en efecto, la maestría musical e instrumental se desarrolla científicamente al amparo de la financiación de las clases dirigentes para su mayor gloria y boato. La policoralidad innova un juego de producción musical apoyado en grupos de sonido, en lugar de la tradicional individualización de la voz o los instrumentos: se trata de representar el aspecto impresionante, glorioso del poder. La era de los ingenieros se emplea en mejorar las posibilidades instrumentales, las viejas tablaturas renacentistas terminan convergiendo en el standard del lenguaje musical actual pautado en pentagramas e independiente de su producción instrumental. Bach, en el barroco tardío, es un explorador genial de la matemática de las formas musicales. Según Hofstadter, sus fugas, variaciones le entronizan al lado de Escher o Gödel en las cimas de la complejidad de la paradoja matemática. La asimilación de la música a un lenguaje de persuasión afectiva establece en el propio Bach, además de místico un hombre de Iglesia, un sistema de equivalencias exactas de las formas musicales con el cuerpo de figuras retóricas. Persuasivas, políticas. Con la música a esta parte.



Emmy Noether, profunda matemática a la altura de los más grandes, enseñó la importancia fundamental del concepto de simetría para la Física. La constancia de las leyes físicas a lo largo de la historia del universo sería la expresión de la simetría más profunda de los cimientos de nuestro mundo. Tal fue la base matemática de las actuales teorías de la supersimetría, escriben Lederman y Hill. Pero Noether tuvo problemas para ingresar en la universidad por ser mujer. El endiosado Hilbert, que no supo reconocer la aportación de Gödel porque echaba abajo su programa demostrativo de las matemáticas, tuvo en esta ocasión una penetrante boutade para sus rancios colegas machistas: Esto no es una casa de baños, les espetó.



Sentido del humor y desesperanza repartidos a furiosos puñados iguales.



Anticipaba los premios, de modo que cuando llegaban él ya estaba absorto en otra cosa.



El lujo juvenil de compartir un rato encierro, pero no caballo iraní, en el despacho del converso anarcocapitalista Escohotado.



Escritor de pequeñas piezas del desorden tratando de vivir inútil pero ordenadamente en grandes piezas epocales.



Hipermétrope en el tiempo, equivalía a un torpe miope en medio de la miopía del presente.



Un concepto interesante expuesto por el Nobel De Duve: la evolución horizontal y la vertical. La evolución horizontal da cuenta de la diversidad, y en ella el factor aleatorio, contingente, es el máximo responsable –principalmente en la adaptación a las condiciones cambiantes o caprichosas del entorno-. La evolución vertical es avance hacia mayor complejidad, sea que la midamos en grado de especiación celular o en complejidad metabólica, nerviosa o cerebral de los seres vivos. Este eje vertical parece seguir una línea bastante necesaria, los matices infinitos de la contingencia resultan anulados, a vista de pájaro, en la trayectoria general evolutiva. Lo avala la evolución convergente: no hay tantas soluciones posibles para los mismos problemas, de modo que algo como el ojo se descubre y desarrolla de manera independiente en decenas de ramificaciones diferentes del árbol de la vida. Quizás algo como el cerebro humano, su inteligencia simbólica era mera cuestión de tiempo, dado el transcurrir evolutivo hacia mayor complejidad. Si las contingencias horizontales no hubieran traído al ser humano, tarde o temprano algún mamífero hubiera desarrollado algo tan complejo como nuestros cerebros, y el lenguaje. Y de ahí a la cibernética. Señala algún biólogo que los castores son un buen candidato a evolucionar en millones de años hacia la inteligencia lingüística. ¿Y los increíbles delfines, que no necesitan manos para su compleja inteligencia social…? Para S. J. Gould nuestra complejidad era sólo una desviación de la media bacteriana, pero para la ecología del desequilibrio, el planeta ha evolucionado hacia un ecosistema cada vez más complejo y maduro, de modo que si nos extinguimos la civilización volvería a renacer en mucho menos tiempo que el que necesitó para lograrnos.



Se espera que en este siglo desaparezcan más de la mitad de las 6000 lenguas existentes actualmente en el planeta. Lo cual, por cierto, podría ser aún una previsión optimista en exceso. El 96% de la población hablando en cuatro lenguas: convergencia cultural de la aldea global. Y una mala noticia para la lingüística comparativa, que, lo mismo que la antropología de campo, debe darse prisa en abarcar lo más posible su objeto al tiempo que éste va desapareciendo, difuminándose en la Historia.



National Geographic de las ideas en estado salvaje.



De la Física de lo que hace un solo individuo, electrón, proteína, neurona o célula, a la Física tan diferente y la misma de lo que hacen juntos millones de ellos.





 

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