El genial intercambio legendario entre el lógico
griego Epiménides, autor de la paradoja del mentiroso y el gran Buda.
Epiménides le preguntaba a Buda: ¿Cuál es
la mejor pregunta que te podría hacer, y cuál es la mejor respuesta que tú me
podrías dar? Como ya imagina el lector amante de los juegos metalógicos, la
mejor pregunta que podía hacerle es la que le hizo y la mejor respuesta posible
era esa misma que le daba.
Tan infinitamente concentrado y replegado el sentido
que cualquier requiebro combinatorio al azar remite a algún inefable recoveco:
esto es lo que hace posible la poesía o la metafísica.
Claro que se puede: Preguntar en Isla Mauricio -dice
Stiglitz a los conservadores de EEUU- cómo se logra un 87% de propietarios de
vivienda sin burbuja inmobiliaria.
La teoría de supercuerdas que reduce la variedad
exuberante de partículas, a la pitagórica, a vibraciones de distinta resonancia
energética por parte de cuerdas cuyo tamaño ronda la distancia de Planck (la
distancia física mínima posible según la mecánica cuántica). El fondo último de
la materia ya no son partículas y ondas sino alargadas cuerdas que resuenan en
múltiples dimensiones. Un modelo consistente de esta teoría llegaba a postular
unas 26 dimensiones, por ahora se conforman con 11. ¿Y dónde están tantas
dimensiones? Simplemente enrolladas a un nivel cuántico, de modo que no podemos
detectarlas. Muchos órdenes de magnitud menor que el átomo o el electrón. La
gran inflación de los comienzos cósmicos, su explosión acelerada, hinchó hipertróficamente cuatro de las múltiples dimensiones del vacío dando lugar al
universo que conocemos. Matemáticamente armoniosa, unificadora y
simplificadora, el reto por delante para no acabar arrumbada entre las ideas
falsas preciosas de la historia del pensamiento será encontrar la manera de
corroborarla mediante algún método indirecto. A lo que no sabemos si podría ayudar el L.H.C.
en curso.
Einstein defendía un universo estacionario, léase
estático y eterno, para lo que tuvo que idear como compensación una célebre
constante cosmológica. Seguía siendo fiel a la visión clásica de la física. El
tiempo era sólo una ilusión, puesto que desde las leyes de la Física Clásica
era reversible: la distinción pasado-futuro era simétrica. Pero la hipótesis y
comprobación del estallido original, el alejamiento mutuo de las galaxias,
refutaron a Einstein que lo reconoció sin tapujos. Y el tiempo ¿Tan sólo una ilusión?, replica
Prigogine a finales del S. XX.
Escribiendo, como buen
zurdo contrariado, a través del espejo.
La magia del
figurante.
Postal diaria que le
envía la infancia, pero siempre está disponible.
Hay recuerdos
impregnados en los olores pero no olores impregnados en los recuerdos, recuerda
el olfato de Benjamin respecto a Proust.
El gen egoísta ya no implica
lógicamente el gradualismo evolutivo. Los genes se organizan en jerarquías.
Algunos genes sólo cumplen la función de comandar y gobernar jerárquicamente a
grupos de genes, como nuestros genes Hox de vertebrados. Una mutación que
afecte a este tipo de genes produce cambios morfológicos espectaculares, sin
necesidad de esperar pacientemente a un gradual trayecto evolutivo.
Así es que Spinoza tenía razón, y esto ya es el pozo
insondable de Dios.
Interpretando a Parménides, enfocar lo mismo desde
todos los ángulos posibles sin captarlo nunca: quizás es que en realidad no hay
tales ángulos. Recordar a aquel matemático genial que decía de sus adversarios
que eran esféricamente idiotas, igual de idiotas desde donde se les mirase. El
ser en tanto que auto-contenido coincide con el conocer. En su libertad radical
equivale a la apertura infinita. Y allí donde las palabras giran en torno a sus
propios contrarios se acabó el decir.
Según la versión del amor de Aristófanes (en
realidad la versión de Aristófanes ofreciendo su versión del amor según Platón) cada
uno busca a su otra mitad para recuperar la unidad originaria que Zeus desgajó.
Recientes estudios indican que nos atraen más los rostros que más rasgos
en común comparten con el nuestro: en la atracción erótica nos buscamos a
nosotros mismos.
Nada más inexacto que su posición en cualquier
asunto.
Las ramas heréticas minoritarias en las grandes
religiones, desde su amplia libertad respecto al dogma, señalan siempre la
puerta de salida hacia la casa común de la realidad: sea sufí,
védica, zen o franciscana confluyen siempre en el hogar común distorsionado
tribalmente por la mayoría.
Las sistemáticas renuencias que concita la renuencia
al sistema.
De Waal investiga actualmente la posibilidad de una
estructura moral universal grabada tanto en nuestros cerebros como en el de
nuestros primos primates. ¿Algo innato en nosotros nos dice que no va desencaminado...?
Las lenguas click del suroeste africano donde se
supone ahora que surgió nuestra especie hace pensar a algunos antropólogos que
empezamos a hablar mediante besos y chasquidos.
¿Más formación para garantizar el trabajo en las
sociedades del conocimiento? Como señala Krugman podemos observar que trabajos
cualificados van siendo resueltos cada vez más desde programas y sistemas
expertos, desde el papeleo de los abogados hasta el diagnóstico médico, y sin
embargo aún estamos muy lejos de lograr un conserje electrónico que cumpla
igual de bien.
Tan sufí que Dios se borró el nombre en cualquier
lengua.
Muchos años para adquirir una densa retórica y otros
muchos años para expurgarse de ella.
De una economía mundial en decenas de billones a
otra de cientos de billones para mitad del siglo, un entorno exhausto y
sobreexplotado, un calentamiento global que seguirá encareciendo alimentos y
exterminando especies vivas: antes veremos todavía una crisis financiera aún
peor que esta, nos tranquilizan los expertos.
Decía Margulis, la base de la vida es bacteriana, y
acostumbrada evolutivamente a hecatombes tremendas superiores en varios órdenes
al poder deflagratorio de nuestro arsenal nuclear sumado, proseguirá
impertérrita su labor y ocupará con nuevas formas de vida los nichos ecológicos
que dejemos detrás. Antropocéntricos incluso en nuestra vertiente destructiva, cuando creemos que podríamos
acabar con la vida en su conjunto.
Chantal Maillard esculpidora de la disolución viva
como artista y mística, y plenamente consciente de la contradicción que ello
entraña como filósofa. Según me cuentan que asegura, se libera de la palabra
Dios mediante haikus, o la ocurrencia del látigo zen.
El fenómeno de apiñamiento aleatorio sorprendió a
los estadísticos más expertos: cartas barajadas, bolitas de colores mezcladas
al azar acaban dibujando patrones de arracimamiento similares a los de las
galaxias y a tantos otros fenómenos, diversos entre sí pero que comparten
claves secretas.
Alistarse con entusiasmo en la renuncia.
Recomponerse desde los fragmentos de mundo
adecuados.
La Iglesia que robaba niños caritativamente.
Y en cuál de todos
los naufragios inscribirse.
Las características del artista moderno, tipo
terminado de forjar en el Romanticismo, que transmutan aquel don sagrado de
comunicación con los dioses, de medium privilegiado entre los antiguos. Como
hoy el artista contemporáneo o posmoderno exhibe el mismo olfato inefable e
infalible para el dinero.
Zizek señala en una entrevista las paradojas de lo
posible/imposible en nuestra época: venceremos al cáncer o ya podemos viajar en
clase preferente al espacio con dinero. Un mundo de promesas delirantes al
alcance de la mano, que al tiempo desborda la t.v. de políticos y expertos
explicándonos que será imposible mantener la Seguridad Social. Y termina
sintetizando con una jugosa anécdota de la I Guerra Mundial. Los alemanes telegrafiaban
desde un puesto militar al final de la guerra: Aquí la situación es seria, pero no catastrófica. Y los austriacos
les contestaban, definiendo sin saberlo nuestro propio mundo: Aquí la situación es catastrófica, pero no
es seria.
El laborioso nihilismo de Cioran como compañía del
insomnio madrileño, fosfórico como el cielo bélico de Apollinaire, o en la
anomia militante a los pies de las escaleras del Reina Sofía cuando paladeaba aquella
hora más allá del reloj que cantaba Mallarmé.
El vanguardista a la espera del regate en corto que
cambia un partido, una eliminatoria, o incluso un trofeo de alcance mundial. O
como dice la versión milenaria de la teoría del caos en la sabiduría china, por
una herradura se perdió un reino (o se ganó).
Genitales masculinos sin espinas, lo que nos hizo
perder también los sensibles bigotes gatunos, las ahora célebres vibrisas sensoriales. Entonces sí que podíamos conocer, percibir el mundo desde el pene.
La política es
la ética como puramente cosmética.
El zombi como símbolo del pos-ciudadano moderno que
confunde emociones e iconos, o vivencias con aplicaciones de Windows. Los
vampiros posmodernos militan hoy entre los adolescentes en revival neopuritano.
Sociedades en la que grandes bancos, o industrias
como la nuclear, arriesgan y ganan, o son salvados mientras pagamos los demás
-subraya Stiglitz- difícilmente pueden gestionar adecuadamente el riesgo.
Economistas académicos de prestigio que apoyan el concepto
de crímenes económicos para incluirlo seriamente en la legislación
internacional, aunque solo sea porque tras el crack hemos vuelto a recordar que
estos crímenes son los que más víctimas producen: en Japón el número supera a
las del tsunami.
Un muerto ya no es jurisdicción de nadie, que solía
decir Walter Benjamin antes de suicidarse con la policía franquista encima
dispuesta a entregarle a los nazis.
La mítica tranquilidad del neuroléptico en el
poniente del silencio.
Hacerse fuerte en la intuición porque la mirada
divina no se equivoca ni cuando se equivoca, por definición.
Meterse en más líos de los que caben en una vida.
No fue el tramposo Nixon quien comenzó el
desmantelamiento del estado social, y sin embargo Reagan sigue siendo un héroe
en el imaginario colectivo norteamericano.
Insisto con Naomi Klein: de los desastres del
capitalismo al capitalismo del desastre. De Hiroshima a Fukushima, ironizaba la
prensa capaz de rimar en japonés. Y la Yakuza ejerciendo de ONG con vistas a
participar del enorme bocado de la reconstrucción.
El tiempo creativo que avanza a tirones, para y se
acelera. En pleno bombardeo heurístico muy poco tiempo llega a condensar
fractalmente la productividad de semanas o meses inanes: llega a compensar el
largo estiaje en la hegeliana paciencia
de lo negativo.
Nuestra ortodoxia es la inconsciencia, decía a
Winston el policía del Gran Hermano en 1984, de manera que la función de la
neolengua es hacer olvidar el lenguaje a la gente para impedirle pensar. Para
el 2050 calculaba que no quedaría nadie capaz de entender este párrafo, u otro
más largo.
De pronto una restallante luz primaveral ya casi
olvidada, capaz de blanquear hasta la conciencia de los que blanquean el
dinero.
La ansiedad
reinante por ajustar la propia existencia a un entorno de monos malpensantes.
La riqueza del lenguaje no es sólo sintácticamente combinatoria
o generativa. Podemos hacer funcionar cualquier frase en dos o más escenas
diferentes, que se superponen simultáneamente en la misma mediante juegos de
doble o triple sentido. Su ambigüedad es la auténtica función representativa de
una realidad poliédrica, multidimensional.
Leyendo entre líneas enemigas.
Filosofía, una serie de argumentarios peliagudos
sobre las cuestiones limítrofes. Empezando por el cuestionamiento sobre la
posibilidad de todo ello.
Viajes interiores
que lanzan al espacio exterior.
En su Colapso, escribía hace unos años el
antropólogo y biólogo Jared Diamonds: “Los problemas de los antiguos mayas, de
los anasazi y de los habitantes de Pascua, se repiten en el mundo moderno. Hoy
en día, exactamente como en el pasado, países sometidos a un stress ambiental,
con excesiva población –o ambas cosas- corren peligro de sufrir stress político
y de ver caer sus gobiernos”. Este stress ambiental es el que sufre cualquier
población viva, desde las bacterias a los osos, cuando se ve acorralada por la
restricción de recursos y la presión poblacional. Y entonces se sabe que, en
esos estados, el sistema opta por comportamientos caóticos e incluso
histéricos, sea el vuelo zigzagueante de la mosca, el comportamiento alocado en
las redes bacterianas o en el interior de una bandada de pájaros, para
encontrar la solución a una situación crítica o límite que requiere pronta
adaptación. Así “cuando las personas están desesperadas, subalimentadas (…)
tratan de emigrar por todos los medios. Se pelean por la tierra. Se matan unas
a otras. Provocan guerras civiles. Se imaginan que no tienen nada que
perder y se convierten en terroristas, o
apoyan o toleran el terrorismo. Los resultados de esas vinculaciones
transparentes son los genocidios, como en Bangladesh, en Burundi, en Indonesia
o Ruanda; llamamientos para que los países desarrollados envíen tropas como en
Afganistán, en Haití, en Irak, en Filipinas, en Ruanda en las islas Salomón y
en Somalia; derrumbamientos de gobiernos, etc…” Revoluciones, cambios violentos
de régimen o genocidios resultan ser medidas de presión ambiental de igual
valor “que la mortalidad infantil elevada, un aumento acelerado de la
población, un porcentaje elevado de adolescentes o jóvenes adultos en la
población, y hordas de jóvenes varones sin perspectiva de empleo y maduros para
ser reclutados por las milicias”.
Clavan la realidad a sus símbolos para escalar su
escarpado abismo.
La concentración energética y de los recursos
estratégicos en pocas manos que propicia sistemas centralizados de poder
social. Vg., la hipótesis hidráulica de Wittfogel explicaba el poder desmedido
de las dinastías imperiales antiguas en torno al agua del Indo, el Nilo, el
Eufrates-Tigris, etc. Esta es la clave principal del transcurso histórico hoy
todavía: su sentido o ausencia de él deben derivarse desde ahí con permiso de
los idealistas empedernidos. Por cierto que la mayor parte de las guerras del
siglo XXI serán por el agua, dicen los expertos.
El cisne negro radiactivo para un haiku
hiperindustrial.
Pídele penas al olmo viejo hendido por el rayo.
Raymond Aron luchador anti-nazi desde la izquierda
pacifista y no comunista –al que Sartre retira la palabra por ello- avisando
como Orwell del falso pedestal que erigió a Stalin la intelectualidad europea
posbélica. En ese contexto cabe entender sus dos conceptos de libertad,
positiva y negativa. Liberados del fascismo, cuidado con lo que hacemos ahora con
la libertad recién adquirida porque os llevaremos de nuevo al fascismo reloaded, pero aún peor por poderoso y consiguientemente más totalitario.
La letra tan pequeña del contrato, que no existía.
El emblemático periplo durante años del yihadista
egipcio Alí Mohamed entre la inteligencia egipcia, el ejército norteamericano,
el FBI o la CIA, paseando por las mismas narices del FBI todas los grandes
ataques de Al Qaeda a intereses americanos sin que nadie se diera cuenta hasta
que fue demasiado tarde.
Mutuas patronales que manejan ingentes fondos
extraídos de los salarios, cuya función es compensar a los trabajadores muertos
o enfermos por enfermedad laboral. Lástima que según sus evaluaciones no se
produzcan ni una de las miles de muertes al año por amianto –14.000 para los varones- que
cabría esperar en España en comparación proporcional con el entorno europeo, y
que el Observatorio Social sí reconoce. Mutualismo entre empresas basado en el
parasitismo sobre los trabajadores y la sanidad pública, para que sus
directivos y cohortes de abogados se embolsen enormes sumas. Y que, termina de
apuntillar Vicenç Navarro, este escándalo jamás se publique.
Además del consumo simbólico interno occidental que
proporciona la ejecución de Bin Laden, ningún jefe de inteligencia brindaría
como éxito el no haberlo atrapado vivo. A no ser que como dice El Roto se
tratara de torturar a los que no saben para que hablen, y asesinar a los que
saben para que callen.
Jaquecas colaterales de cieno, siempre a mi vera.
Cuando pedir la expansión de un estado del bienestar
socialmente deficitario, o demandar más mecanismos democráticos que contrapesen el enorme
poder de las corporaciones y sector financiero, se convirtió en estalinista.
La del establishment, una antropología algo más
simplista que la que ya manejaran los neardentales, además de errónea.
La sacra externalización de las cosas maravillosas u
horribles de las que es capaz el ser humano.
Sombras de bohemia.
Cuando creemos haber entendido enseguida que el mar
no nos esperaba para ser mar, porque no lo hemos pensado suficientemente.
“En la Naturaleza suceden cosas, el hombre hace
cosas”, reza el libro de texto abundando en una vieja dicotomía que su propia
condición de manual de filosofía debiera abordar con una distancia algo más
crítica. ¿No es más bien que en la Naturaleza suceden cosas de las cuales la
más compleja conocida por nosotros es que el hombre hace cosas en ella…?
En el cambio de turno se dejó aquel crimen sin
resolver, se perdió a aquel enfermo al que se pudo haber salvado, se condenó a
aquel barco sin avistar. En el limbo intersticial del control y la
organización.
Émulos aparatosos hechos de coletillas
autosatisfechas.
Los nuevos apéndices de nuestra realidad cerebral y las nuevas apendicitis agudas.
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